El Niño y la agricultura en el Cono Sur: estrategias para ajustar el manejo de soja y maíz ante el exceso de lluvias

El fenómeno El Niño volvió a dominar el escenario climático de Sudamérica, alterando los patrones de lluvia, temperatura y humedad en países como Argentina, Paraguay, Uruguay y el sur de Brasil.

De acuerdo con informes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y del Centro Internacional de Investigación del Fenómeno El Niño (CIIFEN), la fase actual del evento tiende a mantener precipitaciones por encima del promedio en el Cono Sur durante el ciclo 2025/26, un escenario que representa tanto oportunidades como riesgos para la producción de soja y maíz.

Más que el volumen de las lluvias, el desafío radica en cómo el cultivo reacciona a ese exceso.

La elevada humedad afecta desde la germinación hasta el desarrollo radicular y la absorción de nutrientes, lo que exige ajustes técnicos rápidos para preservar el potencial productivo de la cosecha.

Impactos de El Niño sobre el rendimiento y el manejo de soja y maíz

Históricamente, el fenómeno El Niño está asociado con lluvias más intensas y mejor distribuidas durante la primavera y el verano en gran parte del Cono Sur.

Este patrón puede ser beneficioso para recargar los perfiles del suelo después de períodos secos, como los observados durante las fases de La Niña.

Sin embargo, el exceso de agua en etapas críticas de los cultivos tiende a provocar desequilibrios fisiológicos y fitosanitarios que reducen el potencial productivo.

El principal efecto ocurre por la anoxia radicular, una condición en la que el suelo saturado de agua pierde oxígeno en sus poros.

En la soja, el anegamiento compromete la nodulación y la fijación biológica de nitrógeno, reduciendo la eficiencia del metabolismo vegetal.

En el maíz, el encharcamiento limita el crecimiento radicular y la absorción de nutrientes, lo que resulta en plantas más frágiles y sin uniformidad.

Si la saturación persiste, el estrés puede causar la muerte de plántulas y una marcada disminución del rendimiento.

Las consecuencias no se restringen a la fisiología de las plantas.

El ambiente cálido y húmedo favorece la multiplicación de hongos y patógenos como la roya asiática de la soja, el mildiu y las podredumbres radiculares y del tallo, lo que exige un monitoreo y manejo fitosanitario más riguroso.

Además, las operaciones de campo —como la siembra, la pulverización y la cosecha— sufren retrasos debido a la baja transitabilidad del suelo, aumentando los costos y comprometiendo el estand inicial, uno de los factores más decisivos para el rendimiento final.

Según la FAO y el CIIFEN, fenómenos climáticos de esta magnitud impactan directamente los sistemas productivos, afectando la calidad de la cosecha, los costos de producción y la seguridad alimentaria regional.

Comprender estos efectos es el primer paso para planificar ajustes de manejo, drenaje y nutrición, capaces de transformar un año de riesgo en una cosecha estable.

Ajustes de manejo y drenaje

 En años de El Niño, el manejo del suelo debe priorizar el drenaje, la estructura física y la porosidad.

Los sistemas basados en siembra directa consolidada, con alta cobertura y baja compactación, tienen mayor capacidad de infiltración y reducen el riesgo de encharcamiento superficial, un factor decisivo para el establecimiento inicial de la soja y el maíz.

La FAO recomienda que prácticas como la siembra directa con cobertura permanente y el control del tráfico de maquinaria pueden aumentar la infiltración y reducir la acumulación de agua superficial entre un 15% y un 25%, favoreciendo el desarrollo inicial de las plantas.

Además, estudios de manejo hídrico en áreas del Cono Sur confirman que la cobertura permanente y el buen acondicionamiento físico del suelo disminuyen las pérdidas de productividad causadas por la saturación de agua (FIA Chile, Manejo agronómico de suelos y cultivos después de inundaciones, 2023).

Entre las medidas prácticas, se destacan:

  • Revisión de terrazas y canales de drenaje antes de la siembra.
  • Nivelación ligera o conformación de camellones en suelos planos, para facilitar el escurrimiento.
  • Evitar el laboreo excesivo, que rompe la estructura y aumenta la erosión.

Estas acciones, asociadas a la cobertura vegetal viva, equilibran el balance hídrico y reducen la lixiviación de nutrientes.

Cultivares y ajustes de densidad en períodos de El Niño

La elección de cultivares es una de las herramientas más eficaces para enfrentar condiciones climáticas extremas.

En los programas de investigación agrícola del Cono Sur, como los trabajos realizados por el Instituto Paraguayo de Tecnología Agraria (IPTA) y las redes regionales de mejoramiento genético, se priorizan materiales de ciclo medio y con sistemas radiculares profundos, capaces de tolerar cortos períodos de saturación sin pérdida de vigor.

En cultivos con riesgo de encharcamiento, se recomienda reducir ligeramente la densidad de siembra para mejorar la aireación entre plantas y disminuir la competencia por oxígeno y nutrientes.

En situaciones de alta humedad, una distribución más espaciada también favorece la penetración de luz y la circulación de aire, reduciendo el microclima favorable a hongos y enfermedades foliares. En el caso del maíz, los híbridos con tallos gruesos y buen enraizamiento demuestran mayor estabilidad en suelos húmedos, evitando el acamado y las fallas de polinización.

El control integrado de malezas también es decisivo en ambientes de alta humedad, ya que el exceso de lluvia tiende a reducir la eficiencia de los herbicidas y a favorecer la germinación de especies resistentes.

El artículo Control integrado de malezas: estrategias en el pre y post-siembra explica cómo ajustar el manejo químico y mecánico de forma integrada, manteniendo la competitividad de los cultivos en condiciones adversas.

Nutrición y manejo de la fertilidad

El exceso de humedad interfiere directamente en la disponibilidad y el aprovechamiento de nutrientes, especialmente de nitrógeno (N) y azufre (S).

Informes del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) indican que los sistemas agrícolas tropicales y subtropicales pueden perder hasta un 30% de la eficiencia en el uso del nitrógeno en suelos saturados.

Para mitigar estas pérdidas, se recomienda:

  • Fraccionar las aplicaciones de nitrógeno, priorizando el estado vegetativo intermedio.
  • Utilizar fuentes estabilizadas o de liberación controlada, que reducen las pérdidas por volatilización.
  • Reforzar el manejo de micronutrientes, como zinc y manganeso, menos disponibles en suelos encharcados.

El uso de inoculantes biológicos y bioestimulantes ha mostrado buenos resultados en el restablecimiento de la microbiota del suelo después de períodos prolongados de saturación, favoreciendo la recuperación de la actividad radicular y la eficiencia en la absorción de nutrientes.

En suelos arcillosos o con drenaje lento, la encaladura y la aplicación de yeso agrícola equilibran el pH y mejoran el perfil de enraizamiento, garantizando una oxigenación adecuada de las raíces.

Gestión climática como factor de productividad

Cada cosecha en el Cono Sur es un ejercicio de adaptación.

El fenómeno El Niño no debe verse solo como una amenaza, sino como un llamado a una gestión climática integrada, que combine pronósticos meteorológicos, ajustes en el calendario de siembra, drenaje eficiente y el uso de cultivares adaptados a las nuevas condiciones.

En un escenario de creciente variabilidad, quien se prepara antes de las lluvias cosecha con estabilidad después de ellas.

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Lee también: Preparación final para la siembra de soja y maíz en el Hemisferio Sur

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