El impacto de la Covid-19 en la agricultura de Argentina
El campo siempre va a ser el motor de seguridad alimentaria de América y el mundo entero, pero en los últimos dos años ha sufrido un gran impacto como consecuencia de la pandemia.
Si bien América Latina y el Caribe producen alimentos suficientes para satisfacer a su población y genera 16% de las exportaciones de todo el mundo, la crisis sanitaria ha sido un duro golpe para los trabajadores del campo.
La agricultura en Argentina no ha sido la excepción: 15% de las compañías agropecuarias han expresado que han tenido problemas para comercializar sus productos, a raíz de las restricciones logísticas impuestas por el Gobierno nacional para evitar la propagación de la patología.
Y es que por efecto de la pandemia y con la idea de disminuir la cifra de contagios de la patología, muchos gobiernos han optado por cuarentenas generalizadas que restringen el movimiento de personas y bienes.
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¿Cuáles son los datos del Banco Interamericano de Desarrollo?
¿Cuáles han sido los efectos inmediatos de la pandemia para la economía agropecuaria de la región? ¿Cuáles son los retos que enfrentan nuestros campesinos debido a esta situación?
Con la finalidad de responder a estas y otras preguntas, el Banco Interamericano de Desarrollo realizó un estudio llamado “retos para la agricultura familiar en el contexto del COVID-19.
El análisis, efectuado a mediados de 2020, en medio de la etapa más cruda de contagios, se efectuó mediante entrevistas realizadas por teléfono, en una muestra de 105 representantes de la agricultura en Argentina, Paraguay, Bolivia, Perú y República Dominicana.
Los puntos incluidos en el cuestionario incluían el tipo de productos, efectos del coronavirus en la producción, precios de las ventas, cantidades vencidas, así como la capacidad para hallar los insumos.
Si bien la muestra no es tan representativa como para determinar la magnitud de la crisis, sí permitió conocer cuáles son los principales problemas que enfrentan a los productores argentinos.
Lo más importante que arrojó el estudio, es que 65% de los trabajadores del campo tuvieron problemas para comercializar su mercancía, debido a dificultades en el transporte de los productos a los principales mercados.
Asimismo, 67% de productores encontró que los precios se fueron al foso, como consecuencia de la crisis sanitaria, mientras que 51% indicó que habían tenido problemas para la obtención de los insumos y materias primas, entre ellos semillas, fertilizantes, herbicidas, funguicidas e insecticidas.
¿Cuál ha sido el impacto del COVID-19 en la Argentina?
El primer caso de COVID-19 en la argentina se produjo el 3 de marzo de 2020, y desde entonces el Gobierno nacional tomó con celeridad algunas acciones para mitigar la ola de contagios, entre ellas la suspensión de clases y el distanciamiento social obligatorio.
Pero lo más duro fue lo que vino a continuación: el cierre de la frontera aérea y terrestre, lo cual junto con otras medidas generó como resultado una caída estrepitosa del Producto Interno Bruto (PIB), calculado en 5,2% en 2020.
No obstante, pese a toda esa realidad, las estrategias del Ejecutivo nacional giran en torno a mantener activa la producción agraria y de alimentos, así como también procesamiento, distribución minorista y comercialización con los mercados del exterior.
Entre ellas las siguientes:
- Actividades que tienen relación con la producción, comercialización y distribución agropecuaria y de pesca;
- Industria de alimentos, así como su cadena productiva y de insumos;
- Todas las actividades vinculadas con el comercio de productos del campo y alimentos con el exterior;
- Actividades veterinarias en el campo;
- Transporte de mercaderías en los campos del país.
Asimismo, el Gobierno estipuló lineamientos sanitarios relacionados con las actividades de la agricultura en Argentina: tambos, mercado de frutas y hortalizas, frigoríficos y plantas de alimentos, centros de acopio, puertos y supermercados.
La idea ha sido proteger a los trabajadores vinculados con esas áreas a fin de evitar el contagio de la enfermedad.
Frente a ello, las cadenas de producción de frutas y hortalizas y todas las relacionadas con la industria de lácteos, están sufriendo un impacto muy fuerte por la caída de los ingresos de la población, debido a muchos dependen de sus ventas diarias.
¿Cómo ha afectado la caída de las exportaciones a los productores argentinos?
Los efectos de la COVID-19 en la agricultura en Argentina han sido muy duros desde mediados de 2020.
Según datos oficiales de Comercio Exterior, publicados el 22 de abril de ese año, el valor exportado de los productos primarios se vino a pique en 1,7% de forma interanual, al tiempo que las exportaciones de manufacturas de origen primario bajaron en 18,2%.
Además, los precios internacionales del trigo, la soja y el maíz mostraron una fuerte caída. A mediados de 2020 y aún en 2021, se estima que la disminución de la comercialización de estos cereales cayó 19% en el caso del maíz y 11% en el caso de la soja.
¿Cómo ha enfrentado la masa laboral del campo argentino los contagios de COVID-19?
De acuerdo con estadísticas del Gobierno nacional, el COVID-19 ha generado pocos contagios de la agricultura en Argentina, específicamente en la industria lechera, agrícola y ganadera.
¿Las actividades productivas han logrado mantenerse?
El ajuste entre las decisiones del Gobierno nacional y las jurisdicciones locales sin duda han generado muchas complicaciones en la agricultura en Argentina, pero aun así las actividades productivas y comerciales han logrado mantenerse.
Y es que las cosechas de maíz y de soja han avanzado por encima de todo pronóstico y en 2020 esperaban una producción de 50 millones de toneladas para cada uno de los granos.
Las expectativas de producción de trigo también han sido muy buenas en las zafras de los últimos años.
La Bolsa de Cereales de Buenos Aires prevé un crecimiento de 1,5% en el área sembrada de los próximos años.
¡Llegamos al final!
Tanto Argentina como los países de la región deben adoptar algunas medidas que permitan aumentar la liquidez de los productores, a fin de que mantengan sus actividades y se eviten disrupciones en la oferta de alimentos.
La idea es mantener especial atención en los pequeños y medianos productores, para que estos mantengan el acceso a los servicios de transporte y a precios razonables, para garantizar la distribución de los productos.
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